«En cuatro minutos, un tren de barro y fango se llevó dos casas de Ibias»
Este tipo de catástrofes puede reproducirse en las cuencas mineras y en la mitad norte de la región, las principales zonas de vega de la geografía asturiana. Los desbordes en estos relieves son los menos dañinos porque desde que la tromba cae en la cabecera del río hasta que llega a la vega pasa un tiempo prudencial, que permite anticiparse. Los daños materiales no pueden evitarse tanto, pero sí las víctimas.
Mayor riesgo entrañan las aguas de los ríos cortos y encajonados entre las montañas. «Cuando ahí cae una tormenta, en muy pocos minutos se forma un gran torrente que arrastra muchos materiales a gran velocidad», ilustra Jorge Marquínez. El fenómeno lo conocen bien en San Antolín de Ibias. A finales de agosto de 2001 una tormenta que repartió 2.900 rayos en la región dejó allí su peor factura. «En cuatro minutos, se formó un tren de barro y fango que se llevó por delante dos casas», recuerda el presidente de la CHC. «Ante eso sólo queda un remedio: prevenir el lugar de consrucción», advierte Marquínez.